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Ser mayor, vivir en la época victoriana y no contar con sillas salvaescaleras en Las Palmas, era un verdadero peligro para la salud de quien se encontrara con estas circunstancias y es que las escaleras de la época victoriana entrañaban un peligro particular que no sufren las construcciones posteriores.
A mediados del S. XIX, y a causa del hacinamiento de la población (lo que provocaba la construcción de casas muy pequeñas), estaba de moda un estilo de construcción que hacía que las escaleras de estas casas tuvieran una altura pequeña y una distancia de medio pie e incluso que hubiera irregularidades en las distancias de los peldaños, siendo unos más altos que otros. Y es que no existía regulación en materia de construcción de este elemento imprescindible para subir de un piso a otro y de hecho no la hubo hasta 1847, cuando Peter Nicholson estableció por primera vez, la distancia segura entre un escalón y otro para no provocar tropiezos. Pero hasta entonces, el riesgo de caída era tremendo, en especial en el servicio de la clase baja, ya que las escaleras que utilizaban ellos eran distintas, de peor calidad y peores medidas que las usadas en la parte principal. Así que, a la dificultad de subir y bajar escaleras de las personas mayores, se añadía el mayor riesgo de caída que padecían a causa de unas medidas deficientes. ¿Qué hubiera sido de la historia si hubieran contado con elevadores automáticos?
Ahora más que nunca, en una población envejecida como la nuestra, las sillas salvaescaleras en Las Palmas se hacen mas necesarias y, paradójicamente, más accesibles que nunca. Somos una generación afortunada desde este punto de vista.
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